CONSEJO                           TERRITORIAL DE PLANEACIÓN

El Consejo Territorial de Planeación es un actor clave en el proceso de desarrollo territorial, con una función consultiva de gran importancia y carácter permanente.

 

Los Consejos Territoriales de Planeación (CTP) representan a la sociedad civil en la planeación del desarrollo, por mandato de la Constitución Política de Colombia de 1991, en su artículo 340, y las Leyes 152 de 1994 y 388 de 1997.

 

Los alcaldes y gobernadores deben poner especial atención en el procedimiento a seguir para la conformación o renovación de los Consejos Territoriales de Planeación, el cual se presenta en esta guía.

 

Es importante generar espacios de diálogo y ambientes de credibilidad, confianza y respeto entre el Consejo Territorial de Planeación y la respectiva gobernación o alcaldía.

 

De esta manera se fortalecen los CTP como instancia de participación y se promueve el control social a la gestión pública en el municipio, distrito y departamento.

¿Qué es el Plan de Gobierno?

¿Qué es el  P.D ?


¿Por qué

¿Cómo                   participar?


Filosofía de la Participación

La participación comunitaria es un tipo de acción personal y colectiva que agrupa a ciudadanos decididos a enfrentar una situación. El grupo estipula sus relaciones en función del problema, al cual busca solución mediante un proyecto de desarrollo de mejoras o cambio de la situación. Una de las características de la participación comunitaria es que busca mejorar el bienestar de los miembros de la comunidad en función de valores que le son propios, para que la mejora pueda ser sostenible en el tiempo. De esta manera, los problemas de la comunidad pueden ser resueltos de manera endógena, sin requerir la iniciativa de entes externos, como los partidos políticos, y las soluciones se ajustan a su entorno porque surgen del consenso de sus miembros.

 

La definición de participación comunitaria se aviene con las propuestas de las “teorías del comportamiento colectivo” compartidas por la psicología social o comunitaria y especialmente por la sociología constructivista, las cuales sostienen que la integración de los individuos en la vida cotidiana, comunitaria y local trasciende el ámbito de la política procedimentalmente entendida (Melucci 1989).

 

De acuerdo con este enfoque, la acción colectiva no sólo está sujeta al entramado de relaciones con el entorno socioeconómico, cultural y político, sino que incorpora como aspecto importante la dimensión endopática (afectiva o emocional). Esta expresión de la escuela histórica alemana, referida al campo interno de la afectividad humana, permite establecer la llamada lógica de la identidad. Ésta afirma que la identidad individual es aquella que el individuo construye mediante la percepción del sí mismo para cimentar el sentido y límite de su acción (Weber 1973). Dicha construcción está determinada por la manera que pensamos que nos perciben los otros.

 

La identidad individual es nuclear para la construcción de la identidad colectiva. Ésta última se conforma a partir de definiciones individuales de las situaciones compartidas por los miembros del grupo, y hace referencia al sentido de pertenencia a un grupo (Johnston, Laraña y Gutsfield 1994). La escuela constructivista afirma que tanto la identidad individual como la colectiva son fundamentales para explicar las acciones colectivas. El problema de la construcción de la identidad colectiva se ha vinculado con aspectos referidos a la vida cotidiana de los actores, distanciándolo de cuestiones específicas de la política procedimental (Laraña 1999).

La preservación de la capacidad de movilización de un número significativo de personas está irremisiblemente relacionada con el campo afectivo de los actores que ejecutan la movilización. Por ello, la escuela constructivista aviva el modelo de actor social.

Este modelo resulta más rico que aquel propuesto por la teoría de la movilización de los recursos orientado casi exclusivamente a la consecución racional de los aportes materiales (Johnston, Laraña y Gutsfield 1994). También logra calibrar el aumento de la potencialidad cívica del actor a la hora de concertar voluntades que permiten convertir en públicas cuestiones tradicionalmente consideradas como estrictamente privadas. Puede afirmarse que este modelo subvierte la tradicional esfera del manejo de lo público.

 

De acuerdo con lo anterior, podemos afirmar que el éxito de las políticas bottom up está vinculado con la construcción de la identidad colectiva, la cual permite la movilización de los miembros de la comunidad en búsqueda de soluciones que permitan aliviar su estado de pobreza. Este enfoque destaca la importancia de la corresponsabilidad entre el Estado y el ciudadano, dándole al primero un carácter de facilitador, no paternalista, y requiriendo del segundo la participación activa en la resolución de sus problemas.>>>http://www.eumed.net/tesis-doctorales/amc/13.htm

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Las ideas son, por un lado, el modelo y la forma o esencia de las cosas materiales; por otro lado son el fundamento de los conceptos mediante los cuales conocemos la realidad y nos permite ordenar el mundo en su dimensión lógica y científica.

 

El orden de participación de las cosas materiales en las ideas hace posible el conocimiento racional por conceptos que responden a la realidad del mundo. Los conceptos universales se forman, según esta filosofía, a partir de la experiencia, por abstracción de las formas comunes en las que participan las cosas materiales.

 

La realidad, según esta filosofía, está ordenada y es conocida según clases lógicas entendidas como géneros superiores y sucesivamente inferiores hasta llegar a la especie, en la que un grupo de seres queda perfectamente identificado y definido mediante conceptos cuyo significado es una clase natural.

 

Los conceptos, como clase lógica, agrupan a los individuos en clases naturales; lo que hace posible predicar, como atributo, la propiedad significada por el concepto como "ser" propio de cada uno de los individuos que comprende el concepto.

 

Los cambios se explican por la posibilidad del cambio de formas accidentales mientras se mantiene la identidad de la forma sustancial.